viernes, 1 de julio de 2011

El ojo de Richard Wagner



Alemán nacido en 1813, compositor, director de orquesta, ensayista, dramaturgo, un creador en el sentido extenso del término, Wagner legó una obra que ha inspirado a generaciones enteras en las artes e incluso en la política. Su muerte ocurrió en 1883.


Para ese momento, los Lumiere y Edison (en sus respectivos países) se encontraban inmersos en una carrera para perfeccionar el cinematógrafo, la recta final es ganada por los hermanos franceses. Se registra “el nacimiento del cine” (la primera proyección pública) el 28 de diciembre de 1895, eso significa después de morir Wagner.

¿Qué tienen que ver entonces el compositor y el cine? Mucho.

Richard Wagner ostenta el record de ser el compositor más frecuentemente usado en la historia del cine, aunque en realidad jamás le conoció, vio antes que nadie nuevas posibilidades para la música. Su legado puebla las bandas sonoras de filmes y programas de televisión. Basta con buscar en IMDB o cualquier otro sitio y comprobarán con base en estadísticas lo anterior. Aunque no necesariamente la cantidad refleja la calidad.
Una de sus obras es llamada “El ocaso de los dioses”, y este título bien refleja la sobreexplotación de Wagner en  obras olvidables como: Ghost Rider, Norbit, The wedding planner, Police Academy 5, y la lista jamás finaliza;  le hemos oído además en programas de televisión como The Big Bang Theory, los Simpson o –sí, pobre Wagner- Dancing with the Stars.

¿Por qué usar su música? Fácil, su grandilocuencia permite esconder la carencia de ideas, argumentos sólidos, buenas actuaciones. Suena familiar –muchos han oído parte de su obra sin saber relacionarla directamente con su autor- pues forma parte del soundtrack de nuestras vidas, y eso es un punto a favor igualmente.

Del mismo modo hay que notar el uso que se dio a la cabalgata (Valkiria es una deidad femenina nórdica que elegía a los mejores guerreros para que luchasen al lado de Odín; de hecho se dice ellas tendían las redes para la guerra). La majestuosidad de la obra remite a quien la escucha, a un instante de gloria, de poderío, la supremacía ante el otro –que mejor momento para sentir esto, que en mitad del combate-. Por ende el nacionalsocialismo y otros regímenes políticos vieron en la música de Wagner el vehículo perfecto para instar a las tropas a ganar toda guerra que se les pusiese enfrente (incluso hubo quienes pensaron instaurarlo como un himno). No entraremos en la discusión acerca de si el autor es o no responsable de esto, con todo y que haya escritos polémicos donde  se habla de racismo en Wagner.

Finalmente retomo la idea del tipo genial que sufría carencias económicas por ser un adelantado a su tiempo, y pienso en todos aquellos productores de filmes mediocres que usan su obra para sonorizar sus películas y que se llenan los bolsillos.

Asimismo, hay secuencias que complementadas con obras como Tristán e Isolda –que habla sobre estos amantes que luchan contra todo- y por supuesto la Cabalgata de las valkirias (fragmento de la genial y extensa Los anillos del Nibelungo) que se han vuelto entrañables.

Acá hay tres secuencias memorables donde se usa la música de Wagner (particularmente la cabalgata de las valkirias).

La primera es la escena de 8 ½ de Fellini, comentada en el post anterior, la fantasía del hombre occidental que va más allá de la monogamia, el hombre y sus mujeres.


La segunda es una secuencia memorable de Apocalipsis now de Ford Coppola, donde el napalm, un surfer lanzándose al mar a mitad de un taque aéreo y una coreografía montada con helicópteros exhiben los excesos y las locuras que produjo Vietnam en la sociedad norteamericana. Acá Francis Ford Coppola da una lección de cómo usar la parafernalia como recurso narrativo –si alguna vez planeas usar un helicóptero en un filme, que sea así- y una de las tantas secuencias de Stars Wars, de sobra conocidas y revisitadas.

Woody Allen, en una frase sintetiza todo lo que el compositor representa: “Cada vez que escucho a Wagner me entran ganas de invadir Polonia”. Por lo pronto escuchemos y sintámonos Napoleón, aunque sea a mitad de un juego de Risk.

Gracias Richard Wagner, porque sin ti, el cine – al menos una parte de él- no sería el mismo.

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