La vanguardia suele ser
mayoritariamente asociada con una juventud punzante, llena de ideas. Las nuevas
generaciones estableciendo una ruptura con el pasado, o explorando rutas y
posibilidades novedosas.
Pero obviamente, no siempre es
así.
En el cine, pensemos en
directores que se han mantenido vigentes alcanzando las ocho décadas de vida.
Jacques Rivette, Jean-Luc Godard, Woody Allen, y quien nos dejó este mismo año,
Sydnet Lumet.
Nacido en 1924, debutará actuando
a los cuatro años en el teatro. Crecerá, dirigirá algunas obras para de ahí
pasar a la tv.
Su debut cinematográfico será con
12 angry men o 12 hombres en pugna en español. La película será referencia para
toda obra alusiva al mundo de las leyes y los juicios. Un jurado conformado por
12 personas deliberará en torno a la culpabilidad o inocencia de un joven
sospechoso de asesinar a su padre. Cuando todos apunten en una dirección, el
accionar y el análisis del jurado número 8 (Henry Fonda) motivará la discusión a
partir de puntos desapercibidos por otros.
Cosecha premios como el Oso de
Berlín y algunas nominaciones al Oscar. Tras
el afortunado recibimiento continuará filmando, década tras década.
Entre 1958 y 1960 filmará tres
películas, una de ellas The fugitve kind con Marlon Brando, Ana Magnani y
Joanne Woodward basada en una obra de Tennessee Williams.
Katherine Hepburn, Sean Connery,
Dean Stockwell se unirán a la lista de intérpretes dirigidos por Lumet. Adaptó
a La Gaviota de Chéjov y a Arthur Miller. Realiza un documental al lado de
Joseph Mankiewicz acerca de Luther King.
En 1973 se une a un actor que
buscaba consolidar su carrera tras una película llamada “El Padrino” Éste era
obviamente Al Pacino. Sérpico trata sobre un policía que busca combatir la
corrupción al interior de la fuerza policial (algo tan en boga en estos
tiempos, la corrupción de nuestras autoridades).
Vendrá posteriormente Tarde de
Perros. Con el mismo Pacino protagonizando una historia acerca de un
accidentado robo a un banco. Esto deviene en fenómeno mediático a partir de la
presencia de las cámaras de televisión.
El morbo sobreexplotado por el “periodismo”. Violencia y medios, otro elemento
propio de nuestra cotidianeidad.
Aquí ya planteaba un tópico que
continuaría con su siguiente gran obra. Network (1976). Faye Dunaway, Peter
Finch, Rober Duvall y William Holden son los actores más relevantes del reparto.
Una sátira sobre la televisión y los extremos a los que llega este medio por
lograr rating.
Howard Beale (Finch) es amenazado
con el despido debido a los bajos ratings de su show. Ante ello anunciará que
cometerá suicidio frente a las cámaras. Este hecho provocará una serie de acciones
que rayarán en el absurdo pero que le permitirán hacerse de un programa propio
y de la ansiada popularidad.
Correrá paralelamente la molestia
de los directivos del canal acerca de lo emitido por Beale, a la vez que
disfrutarán por hacerse del favor de la audiencia.
Aparecerá la ambiciosa Diana
Christensen (Dunaway) quien irá acrecentado su figura al interior de la cadena
y jugará un papel decisivo para el desenlace de esta historia.
A modo de epifanía Network nos
revelará los tejes y manejes de muchas de las producciones contemporáneas. La
repetición ad nauseum de mediocres y poco éticos reality shows. Y la búsqueda
del rating a cualquier costo ¿las vidas de algunos por ejemplo?
Brincamos un poco, y llegamos de
golpe al testamento fílmico de Lumet. Antes que el diablo sepa que has muerto
es un drama intrafamiliar, retrato desolador de los Hanson, una (en apariencia)
familia convencional.
Filmada en 2007 cuenta con las
actuaciones de Phllip Seymour Hoffman y de Ethan Hawke como los hermanos Andy y
Hank Hanson. El primero un corredor de bolsa con algunas deudas y adicto a las
drogas. Hank, un tipo cobarde y sumiso. El gran Albert Finney (notable como el
Padre) y Marisa Tomei como la esposa de Andy (quien a la vez sostiene un
affaire).
Andy maquina un plan para salir
de sus problemas financieros y decide involucrar (manipular) a Hank. El plan consiste
en robar el negocio de sus padres (una joyería). La mezquindad de unos, la
cobardía de otros y el infortunio harán que el plan no transcurra según los
presupuestos. La fatalidad llegará a la familia, y con ella la culpa, el
arrepentimiento, el temor y los deseos de venganza.
Lumet nos plantea en este
microcosmos la ruptura de las normas elementales de convivencia sociales. La
violencia ha permeado nuestras vidas. La narrativa hace brincos temporales para
matizar ciertos momentos de filme y clarificar las intenciones de los personajes.
¿Quién es el Caín? ¿Cabe aquí un
Abel? Parecieran ser las preguntas que nos lanza el director. El padre (Finney)
acumulando sed de justicia, buscará y encontrará respuestas desesperanzadoras.
El final no ofrecerá la redención a nadie. Un cine a todas luces crítico,
vital.
Esta fue la última obra que nos
legó Lumet. Un cineasta sobre el que alguna vez leí, la mejor muestra de su
trascendencia es que nunca ganó un Oscar (hasta el 2005 recibió uno Honorario).
Sus más de 40 filmes ahí están
pidiendo ser vistos para entender que las ideas nuevas provienen muchas veces
de los creadores más experimentados. Incluso ya advertía del uso de cámaras HD
en lugar de las de cine por una cuestión práctica (ahorrar costos, evitar dificultades).
Siempre un visionario.
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