Nacido en 1942, supo desde
temprana edad que la imagen sería una parte esencial en su vida. Si bien el
cine no aparece como primer interés, si lo será la pintura.
Entre los 50´s y los 70´s
escribirá relatos, novelas. Realizará documentales y cortos experimentales
dando muestra de ser un hombre multimedia, antes de que el concepto fuera de
uso común.
Llegarán los 80´s y con ello una
etapa donde Greenaway intentaba contar historias de un modo convencional, si es
que esta palabra puede ser asociada con la filmografía del galés.
The Falls, El contrato del
dibujante, El vientre del arquitecto, Drowning by numbers, la celebradísima El
cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. Pero quiero hablar sobre una película
impactante (para mí, al menos). A Zed & two noughts (Una zeta y dos ceros)
o ZOO.
Cuando la ví ya había pasado por
el barroquismo de Greenaway, así que esto refrescó mi perspectiva sobre él.
Oswald y Oliver son hermanos (la doble O de la
ecuación). Trabajan en un Zoológico (una parte de la explicación de la Z). Todo
cambiará en sus vidas debido a un accidente automovilístico donde sus esposas
fallecerán. Y curiosamente, en el accidente estarán involucrados animales.
La pérdida ocasionará en ellos
una obsesión en torno a la muerte. Pero no a la muerte intempestiva, sino a la
que es parte del proceso de la vida, el último eslabón de la cadena
existencial, un momento más de la teoría evolutiva finalmente. La
descomposición gradual de los cuerpos como objeto de estudio.
Tras el accidente y los
experimentos, los hermanos Deuce se involucrarán con Alba, la sobreviviente del
accidente fatal donde murieron sus esposas. Quien de paso ha perdido una pierna
(este es un elemento que se relaciona
con J.G. Ballard y su novela filmada por Cronemberg “Crash”). Los cuerpos
mutilados y la exploración sexual en torno a ello.
Y aquí es donde el cuerpo se
presenta como objeto de estudio, de análisis, en un sentido biológico-taxonómico
más que como objeto del deseo, con todo y la sexualidad implícita o explícita
en sus temáticas.
Por ello no podemos sino
remitirnos a Lamarck o a Darwin y a la evolución. El cuerpo entero o mutilado,
deconstruido, nos permite una lectura distinta. El animal racional sigue siendo
animal finamente.
Pero en contraparte a la
observación científica veremos aparecer a una mujer llamada Venus. Escribe, y
busca un editor que publique su obra, no sin venerar con sus actos a la diosa
de la que retoma su nombre.
Estas cosmovisiones contrapuestas
hacen el juego del blanco y el negro, sí, como los colores de las rayas de una
zebra (en inglés). Ahí el resto de la Z.
Un secreto será revelado ante los hermanos, quienes entenderán un poco más
sobre su origen. Al mismo tiempo que existe una progresión o evolución en
términos ad hoc al tema del filme. Del estudio de plantas, se pasará al de animales, hasta
derivar en el estudio del animal
racional. Ese último tema de estudio nos llevará al final de la historia.
Una película poco convencional e
incluso difícil de digerir –visualmente- para algunos espectadores. Si a eso
agregamos que el cine de Grenaway es visto como un cine de carácter
teatralizado, con escasos (nulos en ocasiones) movimientos de cámara el espectador
podría encontrar dificultades.
Mención aparte para Michael Nyman
y la música que acompaña a la obra de Greenaway, pero el genio de Nyman por sí
solo merece otro post.
Llegarán los noventas y con ellos
la exploración de nuevos terrenos por parte del director galés.
Los libros de Próspero
inaugurarán una aproximación distinta al cine. El cine multimedia en la
antesala del siglo XXI. Si bien ya en la obra del galés aparecían referencias a
Vermeer o a Rembrandt, incluso cuadros que adquirían vida frente a la cámara; y
que su puesta en escena era teatral acá
esto será llevado al extremo.
La tempestad de Shakespeare será
el punto de partida. Y acá la obsesión por el barroco que jamás ha ocultado el
autor se traslada la pantalla. Una sobresaturada superposición de imágenes nos
mostrará las infinitas posibilidades del encuadre cinematográfico. Tipografías
variadas inundarán de frases y textos nuestra visión. Este es el Barroco traído
a esta la era digital.
Próspero, antiguo Duque de Milán
es desterrado a una isla junto con Miranda, su hija. Su hermano y el Rey de
Nápoles han confabulado en su contra. Ante ello Próspero se refugiará en sus
libros acumulando conocimiento y haciéndose amo y señor de todo lo que hay en
la isla.
John Gieguld (encarnando al desterrado)
sobresale en el cast. Como actor parece estar más en el teatro que en un foro
cinematográfico, y esto refleja el espíritu del film. La pintura, el collage, el teatro, el cine, la
literatura, todo es parte de la obra. Un obra que reitera la finalización de la
misma en la postproducción, deconstruyendo la historia y el lenguaje
cinematográfico mismo.
Tras Próspero, vendrá la
intención de Greenaway de acercarse a la ancestral historia de Oriente y
sincretizar esto con su amor al barroco.
Retomando la idea de un texto del
siglo X producirá The pillow book (homónimo de ese libro de Sei Shonagon).
Nagiko, una niña japonesa ejecuta
un amoroso y artístico ritual junto con su padre (un escritor). Tras presenciar
la naturaleza de la negociación (para ser publicado) entre él y su editor (Yoshi
Oida) descubrirá de manera temprana el difícil camino del creador. Este hecho
signará su existencia.
Pasará el tiempo y la niña
crecerá. La bella Vivian Wu interpreta a Nagiko adulta.
Citando a Shonagon se dirá: “Estoy
segura que hay dos cosas en la vida que son totalmente certeras. Los placeres
de la carne. Los placeres de la literatura. He tenido la fortuna de disfrutar
de ambos por igual”
A partir de esta premisa, iremos
de la mano de Nagiko buscando esos placeres que tanto anhela. Casada en un
principio, separada, hallando buenos amantes con pésima caligrafía o viceversa.
Hasta que un día se topa con Jerome (Ewan McGregor), quien tiene cercanía con
el viejo editor de su padre.
Superposición de imágenes,
caligrafías llenando el cuadro, el erotismo según oriente. La música de Brian
Eno (que no llega a los alcances de Nyman) serán elementos de este filme, que
sino el mejor del galés, si de los más vistos y celebrados. Ya sea por el erotismo,
por la historia de amor o por el
exotismo que atrae al occidental con respecto a Oriente. Fascinación misma que
denota Greenaway y que proseguirá en obras posteriores.
Una vez que Nagiko se concibe a
sí misma (gracias a la inspiración brindada por Jerome) como la plum y la tinta y no solo como el papel, la veremos escribiendo 13 libros que
hablarán sobre: los amantes, el silencio, la mentira, entre otros tópicos.
McGregor mismo será el gancho inicial en la transacción literaria. En el
transcurso la creadora sufrirá una grave pérdida y al final, el último de los
13 textos le permite lograr la venganza/redención que ha esperado por años,
teniendo por fin en sus manos su propio libro de cabecera.
Siguiendo con su exploración
acerca de Oriente, aparecerá 8 ½ mujeres.
Aquí la historia transcurre a
partir de los Emmenthal. Phillip, el padre y Storey, el hijo. Una familia acaudalada suiza que recibe como pago
por una deuda unos salones de Pachinko. El hijo es mandado a Japón para hacerse
cargo de ellos. La muerte de la
esposa-madre hará entrar en crisis existencial a Phillip y propiciará la vuelta
del hijo.
Dispuesto a sacar a su padre de
la depresión le mostrará los filmes de Fellini y a las mujeres dentro de ellos.
El nombre de la obra es claro homenaje. Disertarán sobre las fantasías del
director y los tabúes impuestos en occidente. ¿Cuántos directores filman solo
para satisfacer sus fantasías sexuales?
Le pregunta el padre al hijo.
Intentando romper con esta moral
limitante poblarán su castillo de mujeres, con las cuales explorarán sobre fetichismos
y un sinfín de prácticas sexuales.
En un inicio todo será emoción,
un viaje de descubrimiento, los hombres hallando interesantes y bellas mujeres.
El dinero del banquero suizo todo lo puede en apariencia.
Si 8 ½ suele ser tildada de
machista, lo mismo podría pensarse sobre este homenaje (según la interpretación
que se le dé) pues pareciera cosificar a la mujer y mostrarla como un sujeto en
venta, pero al mismo tiempo las retrata como seres complejos, inteligentes y que
acceden a las peticiones de los Emmenthal porque todas ellas persiguen un fin
ulterior.
Las mujeres irán llegando, la
adicta a los juegos de Pachinko, la asistente de Phillip (Vivian Wu repitiendo
en film de Greenaway), la geisha proveniente del Kabuki. Y prosigue la
fantasía: - Quiero una mujer tipo personaje de Jane Austen, (vendrán la Gioconda, Griselda
la religiosa que aspirará ser santa, etc.)
Pero aparecerá Palmira, generará envidia
y recelos femeninos, y despertará –aun más- la libido de los hombres de la
casa.
Las relaciones que se tejerán al
interior de esta disímbola comunidad irán poco a poco rompiendo la armonía.
Notarán lo demandante que es mantener satisfechas –sexualmente y en
todo sentido- a tantas mujeres provenientes
de distintas culturas. Aburrimiento, tedio, tensión, la tragedia, irán
mermando la jovialidad inicial.
Surgirán envidias del hijo para
el padre (por Palmira principalmente). Ella al imponer sus propias reglas
abrirá la puerta a la (futura y finalmente inevitable) emancipación. Algo que
ya los Emmenthal debían advertir desde la fantasía de Güido Anselmi, que con
látigo en mano incluso es incapaz de mantener en calma a Luisa, Claudia y todas
sus mujeres –juntas-.
La comunidad se desintegrará, una
a una de las mujeres se irán. Hasta que al fin quede una y media.
El final reafirma que cuando
muere el rey, llega el heredero, pero muchas veces el reino se desmorona antes
de cambiar de manos. La obsesión de Greenaway por la simetría y la composición
estética irónicamente aparece en un film con un número impar en el nombre.
Habría mucho más que contar sobre su
obra. Posteriormente, sería interesante explorar lo que ha hecho Greenaway como VJ, con sus
proyectos multimedia y ahondar sobre su proclama del cine muerto.
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